Breves apuntes históricos
Los rastreos históricos por los diccionarios son recomendables si lue- go no hacemos de las consultas una especie de erudición a la violeta. Creo pertinente señalar que en los diccionarios de la Real Academia Española, desde el siglo XVIII se ha mantenido durante mucho tiempo definiciones de la pedagogía como «El cargo de instruir, o enseñar a los muchachos, o la misma enseñanza o régimen de ellos» y del pedagogo como «el ayo que cuida y dirige a los muchachos» o, un siglo más tarde, como «el que anda siempre con otro y le lleva donde quiere, o le dice lo que hay que ha- cer». A finales del siglo XIX, cuando ya se han constituido los sistemas de enseñanza nacionales, la pedagogía ya es definida como «arte de enseñar o educar a los niños» y como pedagogo aparece el «maestro de escue- la». Y, ¡atención! sólo a principios de la década de los ochenta del siglo pasado aparece la definición aún vigente de «ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza». Por mucho que la RAE fuese conservadora y su semántica respondiese a lo que en medios profesionales de la educación se creía haber superado desde tiempo atrás, la tardía mutación de arte a ciencia no debe pasar inadvertida. En efecto, durante el s. XIX al calor de la cultura normalista y como consecuencia de la erección de los sistemas nacionales de enseñanza, la pedagogía, como saber independiente de la filosofía, surgen tratados sistemáticos de pedagogía destinados a orientar la enseñanza institucional. En realidad, los cimientos de la primera pedagogía se pusieron con ex- periencias acumuladas en las aulas. Los primeros manuales de Pedagogía para la formación de maestros se compusieron a base de jirones filosófi- cos sobre la educación moral, física e intelectual y de unos procedimientos eminentemente prácticos, los cimientos de lo que hemos llamado peda- gogías basadas en la organización. La educación popular que se procuró en el siglo de las luces dejó una huella que será seguida durante muchas generaciones de liberalismo. Y son las propuestas y realizaciones educa- tivas de la segunda mitad del siglo XVIII las que constituyen la maquinaria escolar, para crear sujetos dóciles, disciplinados, buenos patriotas y súb- ditos, trabajadores útiles a la nación; ideal a conseguir por medio de una pedagogía basada en la organización del encierro escolar.
Los rastreos históricos por los diccionarios son recomendables si lue- go no hacemos de las consultas una especie de erudición a la violeta. Creo pertinente señalar que en los diccionarios de la Real Academia Española, desde el siglo XVIII se ha mantenido durante mucho tiempo definiciones de la pedagogía como «El cargo de instruir, o enseñar a los muchachos, o la misma enseñanza o régimen de ellos» y del pedagogo como «el ayo que cuida y dirige a los muchachos» o, un siglo más tarde, como «el que anda siempre con otro y le lleva donde quiere, o le dice lo que hay que ha- cer». A finales del siglo XIX, cuando ya se han constituido los sistemas de enseñanza nacionales, la pedagogía ya es definida como «arte de enseñar o educar a los niños» y como pedagogo aparece el «maestro de escue- la». Y, ¡atención! sólo a principios de la década de los ochenta del siglo pasado aparece la definición aún vigente de «ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza». Por mucho que la RAE fuese conservadora y su semántica respondiese a lo que en medios profesionales de la educación se creía haber superado desde tiempo atrás, la tardía mutación de arte a ciencia no debe pasar inadvertida. En efecto, durante el s. XIX al calor de la cultura normalista y como consecuencia de la erección de los sistemas nacionales de enseñanza, la pedagogía, como saber independiente de la filosofía, surgen tratados sistemáticos de pedagogía destinados a orientar la enseñanza institucional. En realidad, los cimientos de la primera pedagogía se pusieron con ex- periencias acumuladas en las aulas. Los primeros manuales de Pedagogía para la formación de maestros se compusieron a base de jirones filosófi- cos sobre la educación moral, física e intelectual y de unos procedimientos eminentemente prácticos, los cimientos de lo que hemos llamado peda- gogías basadas en la organización. La educación popular que se procuró en el siglo de las luces dejó una huella que será seguida durante muchas generaciones de liberalismo. Y son las propuestas y realizaciones educa- tivas de la segunda mitad del siglo XVIII las que constituyen la maquinaria escolar, para crear sujetos dóciles, disciplinados, buenos patriotas y súb- ditos, trabajadores útiles a la nación; ideal a conseguir por medio de una pedagogía basada en la organización del encierro escolar.
Al tiempo, desde los años cuarenta una nueva ola de ciencismo
pre- sidió la pedagogía académica, desde los años 40 del pasado
siglo, bajo el mandarinato de Víctor García Hoz y otros profesores de la emergente plana de académicos. Hay un progresivo desplazamiento del saber
peda- gógico hacia los reductos universitarios, los cuales producen
egresados en las secciones
de pedagogía de Madrid y Barcelona, y luego en las fa- cultades. Se genera en esos ámbitos
la más pura versión tecnicista de la pedagogía.
Un último exponente de la cuestión se puede decir que es el aplas- tante triunfo de paradigmas cientificistas a partir de un modo de educa- ción tecnocrático de masas, cuyo inicio formal puede situarse en la LGE de 1970, el cual ha permanecido hasta nuestro días, en continuidad con distintas reformas educativas (Cuesta, Mainer y Mateos, 2011). Pero como advertimos al principio, no hay que dejarse engañar por los triunfos o de- rrotas de las doctrinas, como si contemplásemos una selección evolutiva de lo mejor o más apto para un inevitable progreso. El ciencismo pedagó- gico no consiguió su preeminencia gracias a una superioridad epistemo- lógica ni a un consenso entre los heterogéneos grupos del mundo edu- cativo. Más bien ha sido lo más adecuado, lo más acorde con profundos cambios en el sistema social que dieron lugar a otros cambios importantes en el sistema de enseñanza y abrieron la época de la llamada tecnocracia educativa. Pedagogía científica y tecnocracia educativa aparecen de forma simultánea y en mutua dependencia, pero no son la misma cosa.
Un último exponente de la cuestión se puede decir que es el aplas- tante triunfo de paradigmas cientificistas a partir de un modo de educa- ción tecnocrático de masas, cuyo inicio formal puede situarse en la LGE de 1970, el cual ha permanecido hasta nuestro días, en continuidad con distintas reformas educativas (Cuesta, Mainer y Mateos, 2011). Pero como advertimos al principio, no hay que dejarse engañar por los triunfos o de- rrotas de las doctrinas, como si contemplásemos una selección evolutiva de lo mejor o más apto para un inevitable progreso. El ciencismo pedagó- gico no consiguió su preeminencia gracias a una superioridad epistemo- lógica ni a un consenso entre los heterogéneos grupos del mundo edu- cativo. Más bien ha sido lo más adecuado, lo más acorde con profundos cambios en el sistema social que dieron lugar a otros cambios importantes en el sistema de enseñanza y abrieron la época de la llamada tecnocracia educativa. Pedagogía científica y tecnocracia educativa aparecen de forma simultánea y en mutua dependencia, pero no son la misma cosa.
Cuadro I
Evolución del modo de educación tradicional
elitista al tecnocrático de masas
Pedagogía como arte
|
Pedagogía
como ciencia
|
Pone el acento en la
experiencia. En el oficio y
habilidades personales del maestro. Mira más hacia
la cultura empírica de la escuela.
|
Pone el acento en la teoría y su
aplicación práctica, en la
formación del maestro
«desde
arriba». Mira más hacia la cultura
burocrática y científica de la escuela.
|
Depósito
de confianza en el maestro. Se ajusta a realidades de sistema escolar
descentralizado, heterogéneo.
Niega
la validez universal de las técnicas de enseñanza como pedagogía aplicada.
|
Necesita
desconfiar del maestro como práctico ya que así se justifica la ciencia que ilumina, el mismo estatus del experto y de
la pedagogía académica. Se ajusta más a un sistema centralizado y homogéneo.
|
Predomina la visión de la enseñanza como inculcación (metáforas de la cera virgen, de la tabula rasa, impresión en papel en
blanco, etc.).
|
Predomina la visión de la enseñanza como
«liberación», como extracción, «de dentro a
fuera». Propiciatoria de
la llamadas
«pedagogías psicológicas».
|
Se adapta mejor al contexto escolar de
«taller
artesanal», con gran espectro de decisiones adoptadas por el maestro. Texto escolares de autor y larga vida.
|
Se
adapta mejor al modelo de escuela- colegio, maestro especialista. Alta
determinación del Estado y el mercado. Libro de texto industrial y alto
consumo.
|
Concibe los
resultados de la enseñanza como poco predecibles, dependientes de factores
incontrolables.
|
Evalúa
y mide resultados. Los supone predecibles y confía en el control
de los cambios. La evaluación
como centro totalizador de todo el sistema. El fordismo
educativo.
|
Actividades
¿Que piensa usted sobre la pedagogía como arte?
¿Que piensa usted sobre la pedagogía como ciencia?
Deje sus comentarios
No hay comentarios:
Publicar un comentario